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Hace poco estuve en una convivencia familiar, en una de esas reuniones donde se juntan hermanos, primos, tíos y demás familia.
En mi familia, como solía pasar antes, somos muchos y cuando nos reunimos todos se hace una grande fiesta y nuestros hijos se divierten muchísimo porque hay una buena cantidad de primos con quienes jugar.
De la ultima reunión, aun reciente, recuerdo un comentario de la joven esposa de un primo que dijo: «Qué bueno es tener tantos hermanos, veo que se lo pasan muy bien, yo solo tengo un hermano y nunca logramos tener un ambiente tan festivo!”
No pude evitar pensar que algo parecido les pasará a mis dos hijos.
La familia actual se ha reducido, el numero de hijos cada vez es menor, y es fácil imaginar que cuando mis hijos se casen y tengan hijos, mis nietos no contaran  con una grande cantidad de primos para jugar como tuvimos la mayoría de nosotros. Ahora es común observar una pequeña reunión familiar donde se juntan, como mucho, los abuelos, un par de hijos y tres o cuatro nietos no contaran, por lo que los chicos no pueden separarse de los grandes. Antes, habitualmente, en estas reuniones los niños convivían con los niños y los adultos con los adultos. Actualmente los jóvenes  de las familias pequeñas sustituyen a los primos o hermanos que no tienen por amigos que se encuentran en las mimas circunstancias.
Sin duda tener una familia extensa supone algunas ventajas se cuenta con una gran red de ayuda y, en caso de alguna urgencia o necesidad se puede contar con algún miembro que nos visite, no haga compañía y nos eche una mano; es difícil quedarse solo. Si, por ejemplo, alguien sale de viaje, es fácil que hasta un familiar disponible que se ocupe de los niños o los de abuelos

¿Qué futuro tendremos nosotros cuando seamos mayores?
Con tan poco hijos y con el individualismo que antepone el desarrollo personal al bienestar colectivo no habrá quien se quede a cuidar a los papas. Ante este panorama de soledad un grupo de amigas ya bromea sobre los planes de comprar una casa de retiro para estar todas juntas y acompañarnos en la vejez. Ante la carencia de familia extensa habrá que establecer actividades nuevas que ayuden a mejorar otras relaciones sociales. Quizás las comidas de la abuela en su casona todos los domingos se vean sustituidas por un paseo o una comida en un restaurante en el que siempre habrá otros niños para jugar y otros papas a quienes saludar.